Eslovaquia
y República Checa. Acumulando buena racha.
BRATISLAVA
Tras el éxito en Budapest, nos despertamos a las 06.30 para
salir del “alojamiento” y marchar hacia Bratislava (Eslovaquia) pero antes,
como viene siendo el ritual, buscamos un lugar donde desayunar. Es increíble lo
que pasa en Europa del Este en la hostelería… andamos, andamos y andamos sin
encontrar una cafetería. Al final, hasta los huevos, cogemos la furgoneta y
paramos en la primera estación de servicio que nos encontramos.
Viaje corto, sobre todo teniendo en cuenta lo que llevamos
ya a la espalda (más de 5.000 kilómetros) Pero “accidentado”. A 30 minutos de
Bratislava nos adelanta la policía y nos hace meternos en un área de descanso.
Allí nos bajan y piden los pasaportes (para variar) y registran alguna que otra
mochila. Mientras se llevan a Javi (conducía en ese momento) para multarnos por
no llevar la viñeta correspondiente (la teníamos para un vehículo G2 y resulta
que era un G1… otra lección aprendida), llega otro estamento policial a
hacernos un doble control. Esto parecía una peli de los Monty Python
Llegamos a Bratislava con tiempo suficiente como para
descargar y montar antes de comer e irnos a hacer algo de turismo. Hoy ha sido
el mejor día… el mejor (la primera vez que podemos hacer turismo como Dio
manda) Cabe destacar, que la sala tenía la fachada totalmente ilustrada con los
Simpsons. Bratislava, salvando el centro más céntrico, nos desilusionó
bastante.
Nos vamos andurreando por toda la ciudad y tras cervecear un
poco y comer algo de fast food nos apalancamos en el McDonald para
aprovisionarnos, como es de costumbre, de su wifi. Llegada la hora volvemos a
la sala para comenzar a probar. Una vez allí llega la banda local, presidida
por un cachitas que lucía una camiseta de Barbie y al parecer tocaba la batería
(y que al comenzar el bolo se queda completamente en calzoncillos luciendo
“figura”…)
Durante la prueba aprovecho para ducharme en el alojamiento
de hoy. Cada vez son más lujosos los resort. En esta ocasión nos hospedan en un
almacén de un restaurante japonés (Sushi Time) provisto con 3 camas dobles y
una individual (luego dormiría junto a Luis, que junto a Jorge Técnico, son mis
compis habituales de sueño) No nos cercioramos bien de la mierda que tenían
hasta la mañana siguiente. “Mu rico”.
El bolo cojonudo, buen ambiente, público entregado y aunque
no se vendió el merchandising que nos hubiese gustado, terminamos la noche con
la alegría de ver que en Bucarest habíamos pasado el punto de inflexión por
completo. Tanto que, tras el bolo, nos tomamos un par de pintas en un garito
cercano a la sala. El garito era espectacular: restaurante, pubs de varios
ambientes, sala de concierto (pregunté y eran 350€ de alquiler… el paraíso ese
de que en Europa no se paga sala… ejem…)
Respecto a la organización… sigue brillando por su ausencia.
Pasamos de no tener que pagar sala a que nos pidan 50€ de sala y 10€ por el
hospedaje… Después de todo, se solucionó sin problemas, pero por nosotros, no
por quién lo tenía que haber solucionado.
KROMERIZ
Movimiento al país vecino (y antiguo país común)
Cuándo tocamos en Austria, le dije a mi hermana que
tocábamos en Kromeriz (me equivoqué) y me mandó la imagen de unos jardines que
había preciosos. Al descubrir que Kromeriz era el bolo de Chequia, vi la
iluminación.
Busco la dirección de los jardines en google, se la digo a
Jorge Técnico (quién está poniendo el gps de la gira) y les decimos a los demás
que vamos a la sala directos [ya que veíamos venir que nos iba a tocar perder
el tiempo en la puerta de la sala como la mayoría de las fechas]
Al llegar se ponen a buscar la sala y les confieso que antes
nos vamos de turismo (a lo que tiene que llegar uno)
Hacemos turismo del bueno, del de andar, catedral, jardines…
etc Y buscamos donde comer. Recordaba que Praga era baratísimo (cuando estuve
hará unos años) pero descubro que ha de ser toda la República Checa. Menús a 49
coronas (menos de 2€) Pintas de cerveza a 20 coronas. Que ganas tengo de volver
a disfrutar de mi ciudad favorita (Praha) y de sus precios.
Al final comemos en un restaurante con subterráneo, que
parecía sacado de la típica película de Steven Seagal, cuándo va al restaurante
donde se reúne la mafia italojaponesa del lugar. No hay nadie, comemos solos y
pedimos al azar pues allí no sabía inglés ni dios. En mi vida he de confesar
que siempre que pido a ciegas, la cago, y esta vez no iba a ser menos. De
primero me pido un consomé con champiñones (odio los champiñones, setas…) y
logro que, una vez servido, me cambie el tazón Jorge (técnico) por una sopa de
fideos y perejil. De segundo macarrones (hasta la polla de tanta pasta ya) con
espinacas ¬¬ Las espinacas me gustan, pero solas, no en la pasta. El resultado
es que me dejé la mitad del plato. A eso se le puede añadir que pido agua y me la
traen con gas (en Europa al parecer no existe el agua mineral sin gas) Salí con
la misma o más hambre de la que tenía al entrar.
Como es una ciudad pequeña, decidimos investigar el paradero
de la sala, andando. Y tras menos de 1 km. lo encontramos. Sacado por completo
de una película rollo “Matanza de Texas” “Pesadilla en Elm-Street” rezamos
porque no sea allí donde tocamos. Se ve que cuándo un ateo reza, no se le
escucha.
La sala (por llamarla de alguna manera) era el típico bar de
viejos, pero con un cuarto “especial” para realizar conciertos. El lugar estaba
adornado por un bebé colgado del techo, lleno de clavos (a lo hellraiser) un
rincón rollo Alien/Predator, lámparas hechas con huesos de animales (espero)…
La PA son 2 monitores…
Llegan los chavales que sonorizaban el bolo, nos daban el
alojamiento y la cena. Mientras tanto esperamos que vuelvan Javi y Luis de
recoger la furgoneta para comenzar a montar. Tardan tanto que decidimos ir a
ver si se han perdido, y antes de cruzar la esquina, nos los cruzamos con una
multa recién pagada (de 7€ eso sí) por un cepo que nos habían llegado a poner
en la furgo.
No dábamos un duro por la fecha, la verdad. Al final, como
venía siendo las últimas fechas, lo petaron. El cutre-garito se llenó de gente.
El primer bolo donde veía al público cerrar los ojos literalmente y dejarse llevar con el
sonido que Ciconia les hacía llegar. Fue increíble poder ver la comunión entre
público y banda.
Venta de merchandising aceptable y tras estar hasta las
tantas tomando cerveza nos llevan al hospedaje (una casa más que visitar) dónde
dormimos literalmente en el suelo. Al menos madrugué con la espalda fina fina.
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