martes, 5 de mayo de 2015

BURDEOS. Fin del sueño

BURDEOS. Fin del sueño

Todo lo bueno termina, y hoy poníamos rumbo al desenlace final de esta maravillosa experiencia.

Tenemos que pegarnos un madrugón fuera de lo normal, pues estábamos a unas 10 horas de Burdeos, y teníamos que llegar a las 17.00. Esta vez me libré y me pasé durmiendo casi todo el viaje.

Burdeos nos recibió lluvioso (al igual que París cuándo lo tuvimos que cruzar horas atrás) pero con un calor enorme. En Les Runes, la sala, hacía mucho más calor aun. Esta noche íbamos a tocar con una banda local y nos encontramos con que tocamos con dos más (mejor que mejor)

Tras la prueba de sonido, pedimos la cena y preguntamos por el alojamiento. Habían vuelto a decir menos personas de las que éramos, así es que decidimos echarle un par y una vez terminado el bolo coger carretera y volver a casa (estábamos a 7 horas de Valladolid)


Una vez cenado (arroz blanco y estofado de ternera, que se agradeció enormemente) nos dimos una vuelta por los alrededores, pues teníamos 2 horas entre medias en las que no había nada más que hacer. Vimos la catedral, hicimos el amago de perdernos y cruzamos el puente principal de la ciudad. Burdeos me fascinó.

Otro de los grandes placeres de esta gira ha sido la cata cervecil que nos hemos pegado todos los días. Cervezas de mil tipos, sabores y marcas.


Comienzan los shows, se nos nota ya con más ganas de planchar la oreja en "casa" que en dar el último bolo. La sala medio llena, con un caché apalabrado + taquilla y una venta final de merchandising de quitar el hipo (más de 100€) nos hacen desmontar y cargar la furgoneta con más alegría que nunca, jajaja...


Una vez más, nos invitan a volver (el dueño de la sala) el año que viene y nos despedimos.

Cojo la furgoneta yo hasta que llegamos al País Vasco y una vez allí la coge Fraguas hasta llegar a Valladolid. Me pillo billete de tren y el domingo por la tarde en Madrid.

Parece mentira que acabemos de ventilarnos 20 conciertos seguidos, con 10.000 kilómetros en furgoneta a las espaldas, durmiendo tanto en hoteles como en suelos de casa...

Pronto resumen final...

sábado, 2 de mayo de 2015

PAÍSES BAJOS. The Final Countdown


PAÍSES BAJOS. The Final Countdown

Maastricht

Con el mosqueo de las últimas dos fechas, miramos adelante y encauzamos las últimas cuatro citas de la gira. Tres de ellas pasarían por los Países Bajos (dos en Holanda y una en Bélgica)

Como cada día, más de lo mismo hasta llegar a Maastricht. Esta fecha salió en compensación a la cancelación de Essen (Alemania), donde Jorge siempre dice que Nocte (una anterior banda suya, que giró con Delain por Europa) hizo más de 600€ en merchandising. Una putada el no poder ir a comprobarlo.

Las indicaciones eran llegar y llamar a un teléfono para que nos abrieran y mostraran el garito donde tocaríamos esta noche. Tras aparcar en un muelle (bastante bonito Maastricht por cierto) llamamos y vienen en nuestra búsqueda [a unos pocos metros de dónde estábamos] Cara de asombro al ver dónde íbamos a tocar esa noche (un garito con techo bajo y en un escenario en el que no cogían todos), algo de incertidumbre cuándo nos enseñan la planta de arriba (era un centro autogestionado) y después una sonrisa enorme cuándo nos enseñan todos los entresijos del edificio.

Todo allí era precioso. Muchísimos pasillos, escaleras de caracol… que nos llevaban a un taller de arte, lleno de lienzos, a una zona en la que había un circo ambulante preparando su show de verano, restaurante amueblado con infinidad de libros, o zonas exteriores en las que vemos casas fabricadas en los árboles que hacían de living rooms.


Las cosas como son, como sala era una mierda, pero como recinto era espectacular.

Bajamos a montar y probar sonido, y tras esto nos muestran las habitaciones en las que íbamos a dormir. Una habitación común con unas 10 camas. Nosotros usaríamos siete de ellas, y otras dos personas que estaban de paso por la casa, otro par. Lo único que no vimos fueron las habitaciones de los 16 residentes actuales del centro, pero hubiese sido curioso verlas.

¿Condiciones? Hoy aparte del alojamiento y la cena (que tuvimos que cocinarnos nosotros mismos y compartirlo con la gente del centro) nos pagaban los gastos del gasoil y luego cada persona asistente al concierto debía aportar el dinero que viese meritorio para la actuación. Es algo que no nos hizo ninguna gracia, pero totalmente lógico con la idiosincrasia de la casa.

Durante la cena, como dato anecdótico, conocimos a un español que estaba en la compañía circense, y que nos dijo que él a España no iba casi nunca, que huye por completo de tener que volver. Otro claro ejemplo de lo bien que se está, tristemente, lejos de casa.

Pues nada, comienzan el bolo y aquello se empieza a llenar. El carácter semigratuito y la afluencia tribal que el centro tiene por costumbre hacen que tenga que ver el concierto gente desde fuera, porque no cabían dentro.


Aunque de primeras pensábamos que el metal no tendría gran acogida en un centro okupa auto gestionado, resultó todo lo contrario. Están abiertos a todo y allí el que más y el que menos lo disfrutó al máximo.  Tras esto, pasada de gorra espectacular y una venta de merchandising muy meritoria.

De una fecha que no esperábamos nada, tocando solos, con el mal rollo del tramo final alemán, resultaron más que victoriosos y aparte de la motivación musical de ver como todo el mundo flipó con Ciconia, fue un chute económico que les vino de puta madre.

La cerveza antes de ir a dormir, y a soñar en comuna con que mañana se diese tan bien como hoy.

 

Den Helder

Despertamos en la peculiar habitación, deseosos de coger una ducha (que se encontraba en la cocina y solo tapada por una cortina, al igual que el w.c. que se encontraba en la zona del circo, con senda “puerta”) y disfrutar del desayuno que con cariño nos habían dejado preparado.

Momento clave… como cada mañana, aprovechamos el wifi para conocer las condiciones del día. Hoy había que subir 300 km para luego bajarlos de nuevo al día siguiente, a un pub en el que no se podía cobrar entrada, por lo que el único beneficio sería la venta de merchandising. Si lo llenábamos, sobretodo viendo el buen resultado que estábamos teniendo con la venta de este, era fácil hacer caja; pero por otro lado, ese miedo al nulo trabajo de Nick nos hacía recordar días como el de Bucarest.

Como dije en otra entrada, Ciconia cumple al máximo y la decisión es ir a tocar y ver qué nos depara la fecha. Nos despedimos de la gente de la casa y cogemos carretera.

Algo que esperaba de esta gira y no me he encontrado, era la posibilidad de hacer algo de turismo. Sabía que iba a ser imposible ver mucho, pero no que fuésemos a ver tan poco (por no decir nada). El que se crea que estamos por ahí de fiesta y pasándolo en grande, que borre la imagen de su mente. Están siendo, con el de hoy, 18 días de trabajo constante, muchísima carretera, tensión extrema y un sin vivir de despropósitos. Esto lo digo porque pasamos a 15 kilómetros de Amsterdam, y como comento, nada de acercarse a verla.

Llegamos a Den Helder, donde nos espera el Mar del Norte. La ciudad era preciosa, típica ciudad holandesa con canales, muy verde, y llena de edificio estrechos. La sala estaba en un paseo céntrico de la ciudad, por lo que empezamos a tener buenas vibraciones. Al entrar al garito, una más del señor Nick… no había avisado que éramos 7, y solo había alojamiento para 4, por lo que tuvimos que estar averiguando donde meternos los otros tres. Al final nos meten en un hotel aparte. Esta noche la crew dormiríamos en un sitio y la banda en otro.

Como nos sobró bastante tiempo entre la prueba y la hora de comienzo, cogí chaqueta y bolso y me dispuse a hacer algo del turismo que digo que no hacemos. Como ya he dicho, la ciudad es preciosa. Repleta de casas con encanto y con paseos repletos de coffe shops, pubs y restaurantes, por unos momentos soñé con que vivía allí tranquilamente y con la comodidad que se aparentaba tener.

Me despierto y vuelvo a la sala, justo para el comienzo del bolo. El Rock Café estaba bastante bien y más siendo un jueves… habría unas 40 personas, todos y todas rubios y rubias, tez blanca, ojos claros y altos. No dejaba de tener gracia el echar la vista atrás y ver la fisonomía del público en los distintos países y como cumplían, casi a rajatabla, todos los estereotipos.

El sonido, al ser un pub, no era tan bueno como en bolos anteriores, pero seguía siendo más que aceptable. Jorge (técnico) no dejaba de sorprenderme. Además de Jorge y yo, estaba la tercera crew de Ciconia: la prima de Jorge Fraguas, Antonia. Una verdadera máquina con el merchandising. Antonia, que era periodista, aunque ahora estuviera sin curro, ya había hecho algún bolo en España con la banda, encargándose del merchandising, y era la candidata perfecta. Esta noche lo demostró (como en tantas otras). No se fue ni dios de allí sin comprar algo (hasta uno de los camareros compró una camiseta).

 

Cada vez nos cuesta más recoger el escenario. En Den Helder estuvimos tomando cerveza y escuchando metal (me pusieron a los Arch Enemy y a Children of Bodom, así es que más feliz que una perdiz) hasta pasada hora y pico del término del bolo, y no habíamos recogido nada aun. Con un “pasado mañana terminamos” nos armamos de fuerza para cargar una noche más la furgoneta y dormitar hasta el alojamiento.

Aunque esté yendo genial la mitad de la gira, esto es parecido a cuándo he trabajado de camarero en la feria de Albacete. Los primeros días de puta madre, pero cuándo quedan 3 o 4 se te hacen interminables.

Mañana Bélgica.

 

Eernegem

Anoche aproveché el hotel para volver a ducharme. A la wifi se unían como necesidad vital extrema: una ducha limpia y un buen trono en el que defecar. No le he dado mucho bombo por educación, pero ha habido veces que pagar 0,50€ en una gasolinera por ir al baño nos ha sabido muy barato.

Dejando a un lado las necesidades básicas, nos reunimos de nuevo y deshacemos el camino hecho para pisar el décimo tercer país que pisamos esta gira (sin contar España)

Bélgica y Holanda son dos países idénticos en cuánto al paisaje que repuebla su territorio. La única diferencia apreciable, a primer vista (a parte de la ausencia de tulipanes) es la cantidad de urbanizaciones o aldeas con residencias de lujo que hay a lo largo de las carreteras belgas.

Una de esas aldeas era Eernegem. Tocaríamos en una sala llamada B-52, pero poco más sabíamos. Habíamos pasado todo el día sin pillar conexión en ningún lado y la última referencia era que teníamos que chequear en el hotel (que estaba a 60 kilómetros de la sala) y estar en la sala a las 17.00.


Tras pegarme los últimos 500 kilómetros al volante de la furgoneta, y chequear el hotel  (que era una especie de recinto familiar de verano, con casitas de cuatro camas y poco más, con pistas de basket, voleibol…) llegamos algo tarde a la sala. No serían las 17:45 cuándo aparcamos en la puerta. Las dos horas y pico siguientes estuvimos esperando como gilipollas a que llegara el dueño de la sala. Durante todo ese tiempo nos invadió la desesperación al ver que, siendo festivo, todo estaba cerrado, hasta las gasolineras; y comenzamos a pensar que el de la sala no iba a abrir y nos habían hecho otra jugarreta el empresario del año. La tensión era enorme en la furgoneta.

Al final decidimos usar datos del móvil (a sabiendas de lo caro que sería) para contactar con Nick y decirle que estaba la sala cerrada. No sirvió de mucho, porque nos contestaba con evasivas. Decidimos que si a las 20.00 no había nadie, nos pirábamos al hotel y le daban por culo al concierto. Justo a las 19.59 aparecía el dueño de la sala.

Lo primero que nos dice es que le dijo a Nick que había que estar a las 20.00 en la sala, y no a las 17.00. Que el bolo comenzaba a las 22.00 y había tiempo de sobra de montar y probar esas dos horas. El de la sala no nos proporcionó cena (como otras tantas noches…) Nick por otro lado, por Facebook, negándolo y reafirmando que le dijo a las 17.00. Seguimos hablando con el de la sala y nos dice lo que muchos en muchas ocasiones “Yo le dije a Nick que mejor no hacer hoy el concierto, puesto que es 1 de Mayo y es festivo y no iba a venir nadie. Además, había conciertos gratis en ciudades más grandes, cerca de allí. Pero me dijo que era algo super importante para vosotros el realizar el concierto hoy, aquí.” Esta frase la hemos escuchado en todos los bolos que han salido mal e incluso en algunos donde finalmente se dio bien. Oir una y otra vez más, día tras día, lo mismo, ya es enfermizo.

Aun así, montamos, prueban sonido y tocan. Ya había gente dentro de la sala, antes de comenzar el bolo (puesto que tiene zona pub) y nos toca casi darnos de hostias para que esa gente pague. A lo largo del bolo fueron entrando algunos clientes a los que les cobré yo en la puerta. Cero merchan vendido. El bolo, el peor ejecutado hasta hoy. Caras serias, cansancio en los cuerpos, y equivocaciones tontas. Mientras, la peña que había en la sala, aun pagando la entrada, prefirieron escuchar el bolo pegados a la barra bebiendo, que frente al escenario. Es difícil para un músico que tengan esa falta de respeto a tu trabajo y tu persona.

Terminan el bolo, recogemos y nos piramos de allí. No daba tiempo ni a tomarse un vaso de agua, mañana tocaba Burdeos con 900 kilómetros y unas 10 horas de conducción por delante.

Ahora en la cama, escribo esto y aun con pocas horas de sueño por delante, no ceso de pensar en el último bolo de la gira. ¿Será uno de los buenos o de los malos? Mañana lo averiguaremos.