PAÍSES
BAJOS. The Final Countdown
Maastricht
Con el mosqueo de las últimas dos fechas, miramos adelante y
encauzamos las últimas cuatro citas de la gira. Tres de ellas pasarían por los
Países Bajos (dos en Holanda y una en Bélgica)
Como cada día, más de lo mismo hasta llegar a Maastricht.
Esta fecha salió en compensación a la cancelación de Essen (Alemania), donde
Jorge siempre dice que Nocte (una anterior banda suya, que giró con Delain por
Europa) hizo más de 600€ en merchandising. Una putada el no poder ir a
comprobarlo.
Las indicaciones eran llegar y llamar a un teléfono para que
nos abrieran y mostraran el garito donde tocaríamos esta noche. Tras aparcar en
un muelle (bastante bonito Maastricht por cierto) llamamos y vienen en nuestra
búsqueda [a unos pocos metros de dónde estábamos] Cara de asombro al ver dónde
íbamos a tocar esa noche (un garito con techo bajo y en un escenario en el que
no cogían todos), algo de incertidumbre cuándo nos enseñan la planta de arriba
(era un centro autogestionado) y después una sonrisa enorme cuándo nos enseñan
todos los entresijos del edificio.
Todo allí era precioso. Muchísimos pasillos, escaleras de
caracol… que nos llevaban a un taller de arte, lleno de lienzos, a una zona en
la que había un circo ambulante preparando su show de verano, restaurante
amueblado con infinidad de libros, o zonas exteriores en las que vemos casas
fabricadas en los árboles que hacían de living rooms.
Las cosas como son, como sala era una mierda, pero como
recinto era espectacular.
Bajamos a montar y probar sonido, y tras esto nos muestran
las habitaciones en las que íbamos a dormir. Una habitación común con unas 10
camas. Nosotros usaríamos siete de ellas, y otras dos personas que estaban de
paso por la casa, otro par. Lo único que no vimos fueron las habitaciones de
los 16 residentes actuales del centro, pero hubiese sido curioso verlas.
¿Condiciones? Hoy aparte del alojamiento y la cena (que
tuvimos que cocinarnos nosotros mismos y compartirlo con la gente del centro)
nos pagaban los gastos del gasoil y luego cada persona asistente al concierto
debía aportar el dinero que viese meritorio para la actuación. Es algo que no
nos hizo ninguna gracia, pero totalmente lógico con la idiosincrasia de la
casa.
Durante la cena, como dato anecdótico, conocimos a un español
que estaba en la compañía circense, y que nos dijo que él a España no iba casi
nunca, que huye por completo de tener que volver. Otro claro ejemplo de lo bien
que se está, tristemente, lejos de casa.
Pues nada, comienzan el bolo y aquello se empieza a llenar.
El carácter semigratuito y la afluencia tribal que el centro tiene por
costumbre hacen que tenga que ver el concierto gente desde fuera, porque no
cabían dentro.
Aunque de primeras pensábamos que el metal no tendría gran
acogida en un centro okupa auto gestionado, resultó todo lo contrario. Están
abiertos a todo y allí el que más y el que menos lo disfrutó al máximo. Tras esto, pasada de gorra espectacular y una
venta de merchandising muy meritoria.
De una fecha que no esperábamos nada, tocando solos, con el
mal rollo del tramo final alemán, resultaron más que victoriosos y aparte de la
motivación musical de ver como todo el mundo flipó con Ciconia, fue un chute
económico que les vino de puta madre.
La cerveza antes de ir a dormir, y a soñar en comuna con que
mañana se diese tan bien como hoy.
Den Helder
Despertamos en la peculiar habitación, deseosos de coger una
ducha (que se encontraba en la cocina y solo tapada por una cortina, al igual
que el w.c. que se encontraba en la zona del circo, con senda “puerta”) y
disfrutar del desayuno que con cariño nos habían dejado preparado.
Momento clave… como cada mañana, aprovechamos el wifi para
conocer las condiciones del día. Hoy había que subir 300 km para luego bajarlos
de nuevo al día siguiente, a un pub en el que no se podía cobrar entrada, por
lo que el único beneficio sería la venta de merchandising. Si lo llenábamos,
sobretodo viendo el buen resultado que estábamos teniendo con la venta de este,
era fácil hacer caja; pero por otro lado, ese miedo al nulo trabajo de Nick nos
hacía recordar días como el de Bucarest.
Como dije en otra entrada, Ciconia cumple al máximo y la
decisión es ir a tocar y ver qué nos depara la fecha. Nos despedimos de la
gente de la casa y cogemos carretera.
Algo que esperaba de esta gira y no me he encontrado, era la
posibilidad de hacer algo de turismo. Sabía que iba a ser imposible ver mucho,
pero no que fuésemos a ver tan poco (por no decir nada). El que se crea que
estamos por ahí de fiesta y pasándolo en grande, que borre la imagen de su
mente. Están siendo, con el de hoy, 18 días de trabajo constante, muchísima
carretera, tensión extrema y un sin vivir de despropósitos. Esto lo digo porque
pasamos a 15 kilómetros de Amsterdam, y como comento, nada de acercarse a
verla.
Llegamos a Den Helder, donde nos espera el Mar del Norte. La
ciudad era preciosa, típica ciudad holandesa con canales, muy verde, y llena de
edificio estrechos. La sala estaba en un paseo céntrico de la ciudad, por lo
que empezamos a tener buenas vibraciones. Al entrar al garito, una más del
señor Nick… no había avisado que éramos 7, y solo había alojamiento para 4, por
lo que tuvimos que estar averiguando donde meternos los otros tres. Al final
nos meten en un hotel aparte. Esta noche la crew dormiríamos en un sitio y la
banda en otro.
Como nos sobró bastante tiempo entre la prueba y la hora de
comienzo, cogí chaqueta y bolso y me dispuse a hacer algo del turismo que digo
que no hacemos. Como ya he dicho, la ciudad es preciosa. Repleta de casas con
encanto y con paseos repletos de coffe shops, pubs y restaurantes, por unos
momentos soñé con que vivía allí tranquilamente y con la comodidad que se
aparentaba tener.
Me despierto y vuelvo a la sala, justo para el comienzo del
bolo. El Rock Café estaba bastante bien y más siendo un jueves… habría unas 40
personas, todos y todas rubios y rubias, tez blanca, ojos claros y altos. No
dejaba de tener gracia el echar la vista atrás y ver la fisonomía del público
en los distintos países y como cumplían, casi a rajatabla, todos los
estereotipos.
El sonido, al ser un pub, no era tan bueno como en bolos
anteriores, pero seguía siendo más que aceptable. Jorge (técnico) no dejaba de
sorprenderme. Además de Jorge y yo, estaba la tercera crew de Ciconia: la prima
de Jorge Fraguas, Antonia. Una verdadera máquina con el merchandising. Antonia,
que era periodista, aunque ahora estuviera sin curro, ya había hecho algún bolo
en España con la banda, encargándose del merchandising, y era la candidata
perfecta. Esta noche lo demostró (como en tantas otras). No se fue ni dios de
allí sin comprar algo (hasta uno de los camareros compró una camiseta).
Cada vez nos cuesta más recoger el escenario. En Den Helder
estuvimos tomando cerveza y escuchando metal (me pusieron a los Arch Enemy y a
Children of Bodom, así es que más feliz que una perdiz) hasta pasada hora y
pico del término del bolo, y no habíamos recogido nada aun. Con un “pasado
mañana terminamos” nos armamos de fuerza para cargar una noche más la furgoneta
y dormitar hasta el alojamiento.
Aunque esté yendo genial la mitad de la gira, esto es
parecido a cuándo he trabajado de camarero en la feria de Albacete. Los
primeros días de puta madre, pero cuándo quedan 3 o 4 se te hacen
interminables.
Mañana Bélgica.
Eernegem
Anoche aproveché el hotel para volver a ducharme. A la wifi
se unían como necesidad vital extrema: una ducha limpia y un buen trono en el
que defecar. No le he dado mucho bombo por educación, pero ha habido veces que
pagar 0,50€ en una gasolinera por ir al baño nos ha sabido muy barato.
Dejando a un lado las necesidades básicas, nos reunimos de
nuevo y deshacemos el camino hecho para pisar el décimo tercer país que pisamos
esta gira (sin contar España)
Bélgica y Holanda son dos países idénticos en cuánto al
paisaje que repuebla su territorio. La única diferencia apreciable, a primer
vista (a parte de la ausencia de tulipanes) es la cantidad de urbanizaciones o
aldeas con residencias de lujo que hay a lo largo de las carreteras belgas.
Una de esas aldeas era Eernegem. Tocaríamos en una sala
llamada B-52, pero poco más sabíamos. Habíamos pasado todo el día sin pillar
conexión en ningún lado y la última referencia era que teníamos que chequear en
el hotel (que estaba a 60 kilómetros de la sala) y estar en la sala a las
17.00.
Tras pegarme los últimos 500 kilómetros al volante de la
furgoneta, y chequear el hotel (que era
una especie de recinto familiar de verano, con casitas de cuatro camas y poco
más, con pistas de basket, voleibol…) llegamos algo tarde a la sala. No serían
las 17:45 cuándo aparcamos en la puerta. Las dos horas y pico siguientes
estuvimos esperando como gilipollas a que llegara el dueño de la sala. Durante
todo ese tiempo nos invadió la desesperación al ver que, siendo festivo, todo
estaba cerrado, hasta las gasolineras; y comenzamos a pensar que el de la sala
no iba a abrir y nos habían hecho otra jugarreta el empresario del año. La
tensión era enorme en la furgoneta.
Al final decidimos usar datos del móvil (a sabiendas de lo
caro que sería) para contactar con Nick y decirle que estaba la sala cerrada.
No sirvió de mucho, porque nos contestaba con evasivas. Decidimos que si a las
20.00 no había nadie, nos pirábamos al hotel y le daban por culo al concierto.
Justo a las 19.59 aparecía el dueño de la sala.
Lo primero que nos dice es que le dijo a Nick que había que
estar a las 20.00 en la sala, y no a las 17.00. Que el bolo comenzaba a las
22.00 y había tiempo de sobra de montar y probar esas dos horas. El de la sala
no nos proporcionó cena (como otras tantas noches…) Nick por otro lado, por
Facebook, negándolo y reafirmando que le dijo a las 17.00. Seguimos hablando
con el de la sala y nos dice lo que muchos en muchas ocasiones “Yo le dije a
Nick que mejor no hacer hoy el concierto, puesto que es 1 de Mayo y es festivo
y no iba a venir nadie. Además, había conciertos gratis en ciudades más
grandes, cerca de allí. Pero me dijo que era algo super importante para
vosotros el realizar el concierto hoy, aquí.” Esta frase la hemos escuchado en
todos los bolos que han salido mal e incluso en algunos donde finalmente se dio
bien. Oir una y otra vez más, día tras día, lo mismo, ya es enfermizo.
Aun así, montamos, prueban sonido y tocan. Ya había gente
dentro de la sala, antes de comenzar el bolo (puesto que tiene zona pub) y nos
toca casi darnos de hostias para que esa gente pague. A lo largo del bolo
fueron entrando algunos clientes a los que les cobré yo en la puerta. Cero
merchan vendido. El bolo, el peor ejecutado hasta hoy. Caras serias, cansancio
en los cuerpos, y equivocaciones tontas. Mientras, la peña que había en la
sala, aun pagando la entrada, prefirieron escuchar el bolo pegados a la barra
bebiendo, que frente al escenario. Es difícil para un músico que tengan esa
falta de respeto a tu trabajo y tu persona.
Terminan el bolo, recogemos y nos piramos de allí. No daba
tiempo ni a tomarse un vaso de agua, mañana tocaba Burdeos con 900 kilómetros y
unas 10 horas de conducción por delante.
Ahora en la cama, escribo esto y aun con pocas horas de sueño
por delante, no ceso de pensar en el último bolo de la gira. ¿Será uno de los
buenos o de los malos? Mañana lo averiguaremos.
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